sábado, 15 de agosto de 2015

Tres

.

1-
¡Oh! El tremendo, maldito, poema
venía entero de color azul sin matices.
Rodeado de piedras deformes, venía.
Me lo inoculaban en las venas desde
unos depósitos del cielo. No sé
si yo quería tal arbitrio, tal osadía
entera, sobre mí, pero no opuse resistencia.

El tremendo, maldito poema, ¡oh!
fue creciendo en mi interior. Como
un árbol bendecido o una magdalena
en el horno. Se fue abriendo paso
entre mis pulmones y tomó mi voz.
¡Horror! Miedo grande, graznidos,
cerezas saliéndome por la boca, y los
cuervos, que volaban con ellas en el pico,
y yo, sin poder parar, sin poder dejar; sin poder.

2- (Para siempre).
Bajé planeando a la hoja en blanco
y me quedé atrapada en ella, creo,
que para siempre. Sin poder salirme
de la tinta negra, a veces azul,
que formaba líneas discontinuas,
mares embravecidos, carreteras nocturnas.
Solo podía escribir un poema infame,
desastroso, astrado, olvidado por todos,
quizá recuperado por mí, pero no
para mí. ¿Para quién? -gritó uno
que vive en mis vísceras. No lo sé- atiné
a decir. Y en ese momento supe que
me había curado del miedo, para siempre.

3-
Créeme: He roído tus palabras, he escuchado
lo que ocultaban, he desandado lo oído
hasta sentir mi propio talento, latiendo
dentro de mi corazón. Desde ahí te ví
en la lejanía, dando vueltas sobre tu
propio fuego, hablando desde tu
ombligo, sin entenderte, sin amarte,
sin saberte, pero hiriendo sin querer.
Me desentendí de tu abrazo insípido:
sigue habiendo lugar para tí en mi
alma; pero en mi vida, no lo sé.

.

No hay comentarios: