.
1-
¡Oh!
El tremendo, maldito, poema
venía
entero de color azul sin matices.
Rodeado
de piedras deformes, venía.
Me
lo inoculaban en las venas desde
unos
depósitos del cielo. No sé
si
yo quería tal arbitrio, tal osadía
entera,
sobre mí, pero no opuse resistencia.
El
tremendo, maldito poema, ¡oh!
fue
creciendo en mi interior. Como
un
árbol bendecido o una magdalena
en
el horno. Se fue abriendo paso
entre
mis pulmones y tomó mi voz.
¡Horror!
Miedo grande, graznidos,
cerezas
saliéndome por la boca, y los
cuervos,
que volaban con ellas en el pico,
y
yo, sin poder parar, sin poder dejar; sin poder.
2-
(Para siempre).
Bajé
planeando a la hoja en blanco
y
me quedé atrapada en ella, creo,
que
para siempre. Sin poder salirme
de
la tinta negra, a veces azul,
que
formaba líneas discontinuas,
mares
embravecidos, carreteras nocturnas.
Solo
podía escribir un poema infame,
desastroso,
astrado, olvidado por todos,
quizá
recuperado por mí, pero no
para
mí. ¿Para quién? -gritó uno
que
vive en mis vísceras. No lo sé- atiné
a
decir. Y en ese momento supe que
me
había curado del miedo, para siempre.
3-
Créeme:
He roído tus palabras, he escuchado
lo
que ocultaban, he desandado lo oído
hasta
sentir mi propio talento, latiendo
dentro
de mi corazón. Desde ahí te ví
en
la lejanía, dando vueltas sobre tu
propio
fuego, hablando desde tu
ombligo,
sin entenderte, sin amarte,
sin
saberte, pero hiriendo sin querer.
Me
desentendí de tu abrazo insípido:
sigue
habiendo lugar para tí en mi
alma;
pero en mi vida, no lo sé.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario